
El reloj indica las cinco y cuarenta de la mañana, y el sueño no ha mermado en estas primeras líneas de este incipiente amanecer dominical. Aunque los bostezos son cada vez más consecutivos, no impiden mi imperiosa necesidad de escribir estas pequeñas líneas dedicadas a una persona que no encuentro la manera (eterna) de agradecerle las incontables veces de ayuda. Todo eso en menos de un año.
Pues, esa persona se acaba de ir a tierras yanquis, y con él un bastón al cual solía apoyarme. Qué tal marica, será el juicio del consensuado pensamiento (retrógrado y no menos ortodoxo) machista. Bah! Qué interesa. La sensibilidad también es una característica compartida con Carlos David. Con él y junto a Mario me recogieron, sin imaginárselo, del hoyo de mi desesperación, de mi túnel oscuro lleno pensamientos que autoflagelaban mi autoestima y en tiempos donde andaba huérfano de la más sincera amistad.
Claro, solo son tres meses. El sentido común dicta que el tiempo se pasa volando. Odioso cliché, y Carlos sabe que a este pequeño escriba 'socialistón' le gustan tanto los clichés y frases hechas como escuchar a un yuppie hablando del libre mercado. El tiempo, en este caso, será caprichoso y en cada detalle denotará la ausencia del 'Paiche'.
Por tres meses, ya no habrán esas llamadas interdiarias: primero a su celular para saber su ubicación, y luego confirmada su presencia en su recinto, lo llamaba ahí. Aquel móvil amarillo estará más espaciado el próximo viernes, cuando Mario y yo nos juntemos...si es que los (bajos) ánimos impiden eso. Ya no habrán, por tres meses, aquellas orejas tan rojas como el rocoto relleno, que soportaban mi discurso progresista, mis quejas sobre el establishment y los neoliberales. Ya no habrán, por tres meses sí por tres míseros meses, aquellas quejas de porqué resultamos siendo no tan competitivos en el mercado del gileo, de aquella complicación a la que tildo de ritual burocrático. Vaya rollo.
En fin, muchas cosas en las que confluíamos con naturalidad como si esta confianza hubiera sido desde aquel primero de primaria que compartimos en aulas claretianas.
"Oe kitz, cuando yo me vaya para año nuevo, me vas a despedir también no?"- preguntaba yo, con aires de ingenuidad subordinada por una risa inacabable: la risa de un tots. Mario no para de emitir esa risa, característica en su señor padre, don William. Y es que faltaba menos de diez minutos para que Carlos cruce el umbral del aréa de Migraciones en el aeropuerto. La broma era para aligerar, anestesiar, amortiguar, la congoja por alguien no amigo, sino hermano, que al igual que por Mario, firmo estos párrafos para él.
Claro, solo son tres meses. El sentido común dicta que el tiempo se pasa volando. Odioso cliché, y Carlos sabe que a este pequeño escriba 'socialistón' le gustan tanto los clichés y frases hechas como escuchar a un yuppie hablando del libre mercado. El tiempo, en este caso, será caprichoso y en cada detalle denotará la ausencia del 'Paiche'.
Ya no habrá la acoplada y más imaginaria línea de tres defensiva, donde Carlos David (o denominado también Cerati, en los pasillos universitarios de su facultad) era el líbero, y los dos stoppers: Mario y yo, el productor de estas líneas, o también bautizado por los dos primeros mencionados como Don Gabino.
Por tres meses, ya no habrán esas llamadas interdiarias: primero a su celular para saber su ubicación, y luego confirmada su presencia en su recinto, lo llamaba ahí. Aquel móvil amarillo estará más espaciado el próximo viernes, cuando Mario y yo nos juntemos...si es que los (bajos) ánimos impiden eso. Ya no habrán, por tres meses, aquellas orejas tan rojas como el rocoto relleno, que soportaban mi discurso progresista, mis quejas sobre el establishment y los neoliberales. Ya no habrán, por tres meses sí por tres míseros meses, aquellas quejas de porqué resultamos siendo no tan competitivos en el mercado del gileo, de aquella complicación a la que tildo de ritual burocrático. Vaya rollo.
En fin, muchas cosas en las que confluíamos con naturalidad como si esta confianza hubiera sido desde aquel primero de primaria que compartimos en aulas claretianas.
Por mi parte, es más que obvio que deseo la suerte en tierras del tío Sam, a quien (insisto junto con Mario) me une un vínculo más que amical, de patas o de broders, de hermanos de sangre.
Son las 6 y 32 de la mañana, y el sueño comienza a afectarme: el sentir de la amistad hace que siga dedicando estas líneas a un hermano...
Suerte hermano, se te extrañará, pero... son (solo) tres meses...
Suerte hermano, se te extrañará, pero... son (solo) tres meses...
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