Lo primero que se me viene a la mente son pues algunos cálculos, propios de una austera y tacañera economía mantenida aún por mis padres en lo que respecta a propinas. Y es que en mi celular, el número del Paich volverá a ser digitado por mis menudos dedos de manera cotidiana. Y así un gasto más a mi saldo gratuito cada mes. Bah! Qué importa. En tiempos de capitalismo, la amistad es una de las pocas cosas no tangibles que no están sujetas a las reglas de la insensible oferta y demanda yanqui. Así, qué importa acabar con todo tu saldo si tus dos mejores amigos usan la línea competidora a la que tu tienes: la amistad es ciega ante lo pragmático, es uno de los pocos valores, si no el único en estos tiempo de crisis yuppie.
Así, volverán aquellas llamadas interminables para narrarle las nuevas del día, el chismorreo hecho oralidad, directo en directo. Y es que el Paich ya vino, y con él, un hermano sobre el cual apoyarse en momentos de flaqueza y debilidad. También, volverán aquellas tardes en las que recorríamos kilométricamente las calles de Lima, mientras yo parloteaba con mi discursillo caviarón y Carlos me sentenciaba de rojo. Aquellos viernes en las que, junto a Mario, nos inoculábamos en la Warrioneta, cual cofradía que trama sus artimañas del fin de semana, y- cómo no - a narrar nuestras experiencias desventuradas, no vacías de fracaso con el sexo opuesto.
El Paiche ya están en tierras peruanas. Aún, parece, no asimila el clima cambiante, plomizo, grisáceo e ingrato de Lima. Pero un abrazo de bienvenida bastó para darnos cuenta que la amistad perdura a pesar de que el tiempo dilate algunos viajes más que otros.
Son las cuatro y cuarenta de la mañana. Estas líneas, como las del primer post, han sido producto de la hermandad que he enlazado con la persona a quien va dedicado este menudo espacio electronal. La primera vez, al menos, de estas líneas y a esta hora. Pero valió la pena. Una amistad lo vale así. La amistad: he ahí uno de las (pocas) cosas no contaminadas aún del capitalismo, por más messenger y facebook que exista.
Bienvenido Paich...
Así, volverán aquellas llamadas interminables para narrarle las nuevas del día, el chismorreo hecho oralidad, directo en directo. Y es que el Paich ya vino, y con él, un hermano sobre el cual apoyarse en momentos de flaqueza y debilidad. También, volverán aquellas tardes en las que recorríamos kilométricamente las calles de Lima, mientras yo parloteaba con mi discursillo caviarón y Carlos me sentenciaba de rojo. Aquellos viernes en las que, junto a Mario, nos inoculábamos en la Warrioneta, cual cofradía que trama sus artimañas del fin de semana, y- cómo no - a narrar nuestras experiencias desventuradas, no vacías de fracaso con el sexo opuesto.
El Paiche ya están en tierras peruanas. Aún, parece, no asimila el clima cambiante, plomizo, grisáceo e ingrato de Lima. Pero un abrazo de bienvenida bastó para darnos cuenta que la amistad perdura a pesar de que el tiempo dilate algunos viajes más que otros.
Son las cuatro y cuarenta de la mañana. Estas líneas, como las del primer post, han sido producto de la hermandad que he enlazado con la persona a quien va dedicado este menudo espacio electronal. La primera vez, al menos, de estas líneas y a esta hora. Pero valió la pena. Una amistad lo vale así. La amistad: he ahí uno de las (pocas) cosas no contaminadas aún del capitalismo, por más messenger y facebook que exista.
Bienvenido Paich...
1 comentario:
Vives de propinas?
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